viernes, 13 de octubre de 2023

Canto rodado

 Canto rodado


Mi mamá era arquitecta pero no era

feliz.

Tenía cinco hijes pero no

había querido ser madre.

Yo era la mayor, la que

le impuso el título y la 

seguidilla, une por año casi.

Mi mamá se quejada de que

el corralón no entregaba a tiempo

los materiales, a mí

solamente me importaba

el canto rodado.

Canto rodado, canto

rodado, rodado, yo

no sabía a los 4 o 5 años

de dónde venían ni las piedritas ni el nombre sonoro

pero sabía elegirlas y jugar

sin metérmelas a la boca como

los mocosos.


Luego un tiempo de pensar en el río,

en el agua y su poder de roer y llevar y traer

en el tiempo.

Luego fui madre y feliz y a ella

le gustaron bastante sus nietes mientras

no le dijeran abuela.


Hace años que ella murió y el canto rodado

fue reemplazado en las construcciones

por piedritas grises, opacas, todas iguales,

sin redondeces ni recuerdos

fluviales.


Ahora

haciendo pozos en la casa que me compré

con la herencia que me dejó, 

hundiendo mis manos viejas en la tierra

para llenar los baldes rotos y los tachitos

que uso como macetas

encuentro los antiguos brillos de bordes pulidos.


Las lavo, las vuelvo a acunar,

las pongo en los repechos de mis ventanas

y en los estantes de mi cocina. Me dan ganas

de saborearlas.

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