sábado, 15 de diciembre de 2012

No la lustrarás en vano

Para ponerse a lustrar
la lámpara con entusiasmo,
una necesita creer
en la aparición del genio
y en sus poderes
para el cumplimiento firme
de los tres deseos.

Sin miedo no vale

De nada sirve
elegir el camino del bosque
si una no tiene
miedo de encontrarse con el lobo.

sábado, 19 de mayo de 2012

Mi tren insomne

Dice, en feis, Mat Chiappe, compañero de carrera y mi profe de Japonesa:

‎Paula Irupé: el insomnio (así también se llama uno de tus poemas) hizo que después de un tiempo esta mañana me pusiese a leer tu "Tren monoplaza". Me gustó mucho. Transcribo sobre todo una imagen que me encantó:

Cansados nos sentamos
en el alma rocosa de un árbol.
No era morada de un duende, no tenía
voz para dictarnos el camino.
Nos miramos sin llorar
enmudecidos. Los ojos rojos
de buscar lo que esconde
el color negro humedecidos
al reflejo del brillo
asustadizo de tu estrella.
Iba y venía pobre sin apagarse.

viernes, 27 de abril de 2012

Qué feo

Anoche soñé que el innombrable me tocaba.
Una teta me tocaba.


No fue bueno porque suponía
una marca suya sobre mí como territorio.


Por suerte me desperté y tenía
en mi poder
todos los títulos
de propiedad sobre mí misma.

domingo, 25 de marzo de 2012

Descarados borroneos junto a Kawabata

Consejo de mi padre:
Lavar mi pelo
con agua de esta lluvia.


Debo juntar el agua
de la tormenta
para enjuagar mi pelo.


Ella rompió la carta
y los pedazos
guardaron el secreto.



Pedazos de tu carta.
El viento lleva
su secreto a otra parte.



.

lunes, 6 de febrero de 2012

Encajonada

Mi ternurita


Hay una ternura que me sobra.

Cuando él la rechaza
la doblo prolijita,
la aliso con las manos,
la guardo
en un cajón de mi pieza.
Allí se acumula,
no molesta,
silenciosa.

domingo, 15 de enero de 2012

Mi papá se subió al Tren

Ayer cumplió 82 años. Logré juntar a toda mi descendencia para ir a soplar la vela con él y mis hermanos. Encorvado sobre el plato, comiendo ya cuando llegamos mientras mi hermano aún hacía maniobras en la parrilla, me dijo:
-Paulita leí tu libro.
-Ah- dije yo- ¿Y?
-Me gustó- dijo él. Y para suavizar la sentencia: -Antes no me había gustado...
-¿Y ahora qué cambió? -intenté burlarme.
-Yo cambié- contestó casi psicoanalítico.
-Ah -repetí.
-Es que el año pasado había leído unas 30 páginas primeras y no... No me gustó. Ahora lo leí todo y sí -No hizo más declaraciones. Yo tampoco pregunté.