jueves, 25 de julio de 2019

"Los comunes": Ciclo de poesía en Bok ug kaffi




Fue el inicio el viernes pasado. Suelo tener muchos conflictos con los ciclos de poesía y, lo mismo que con tantas cosas actualmente en mi vida, trato de decidir por calentura y no buscarle mucho la vuelta.
En este caso jugaban a favor el lugar que amo, la gente que organiza que quiero tanto y me hace sentir correspondida y el hecho de que ya he discutido en varias oportunidades sobre la necesidad de lectura de poetas vives, por poetas vives, inclusive en una zona tan muerta y careta como Bella Vista (salvo raras excepciones como la que me ocupa en este instante).
Así que fui y fue genial. El amigo al que había caratulado como "estrella" de la noche estaba apestado y no llegó. Pero les organizadores repararon la falta divinamente leyendo sus versos (que a veces, por no decir siempre, la misma cosa puede ser catástrofe o apenas meandro para navegar con dulzura). La amiga poeta que llegaba con hija música estuvieron deslumbrantes juntas y por separado, además del plus que significó para mí ver a madre e hija componiendo y exponiendo e, incluso, tematizando sobre abuela y linaje materno.
También descubrí a un poeta que no había leído nunca, me compré su libro y se lo hice dedicármelo. Otro de los hitos de todo ciclo de poesía: el descubrimiento, ese evento epifánico que ya le da sentido a todo lo demás.
Y si hasta ahí hubiera sido genial, aún hubo más. Otra de mis discusiones recurrentes tiene que ver con el sentido, la belleza o la inutilidad decadente del micrófono abierto. El riesgo que implica ver qué hay en la sala, medir los egos, limarlos contra el propio, es algo que poca gente soporta. Así que cuando Tito abrió con tanta alegría el espacio para que leamos, yo dije que no. Pero me quedé a escuchar y, como es normal, escuché cosas que me gustaron, cosas que detesté y otras que ni fu ni fa. Pero el efecto fue el mejor: me dieron ganas de leer ahí. Busqué mis dos libritos en los estantes caseros y cotidianos de BOK y me puse mi careta de poeta graciosa: Leí dos de Mi tren e ironicé sobre todo lo que una es capaz de decir a los 20 años: "He muerto esta noche" y "No entregues". Claro que había gente de 20 en la sala que me contestó que no era tan así, que usó la palabra "intensa" para referirse a mí y le retruqué con un "yo lo llamo ser conchuda" y amé ese diálogo que siempre sé construir cuando leo en público y me había olvidado que me gusta tanto (desde el 2016 que no me presentaba en ningún lado). Prometí leer un poema titulado "La conchuda feliz" pero, fallido, era "La cornuda feliz" aunque sí usaba la palabrita prometido. Y cerré con "uno lindo": "Los gatos suelen sentarse en la ventanas".
Chin pum.