Mi calle tarda en dormirse.
Es medianoche quizás la una o las dos
de la mañana y los perros
siguen ladrando, las motos
siguen entregando delivery, los autos
siguen anunciándose a bocinazos en los portones
o dando
frenadas ridículas en la esquina solitaria.
¿A dónde va o de dónde viene
mi vecino a estas horas?
¿Por qué hablan a los gritos
dos pendejos que caminan por el medio de la calle?
¿Por qué el ex de la de enfrente
cuestiona su vida amorosa
colgado de la reja y con discursos
tan teatrales?
Dormirme yo debe ser
la única manera de silenciarles.
Paula Irupé Salmoiraghi