domingo, 8 de septiembre de 2019

De poeta a cantautora

Me debo a mí misma esta entrada, en este blog, para anotar cuánto de común y de distancia hay entre escribir poesía y componer canciones. Claro que la manía por las letras la tuve siempre, y la música "pelada", sin palabras, poco me emociona. Pero lo digo y es mentira: la música lleva y trae las palabras de un modo que no puede hacer el papel o la mirada sola o la voz sin melodía y sin ritmo (si es que eso es posible de algún modo).

Desde que mi profe de guitarra me propuso componer desde la armonía y con la guitarra, noté que no tenía nada que ver con ponerle música a un poema. A partir de acordes y rasgueos empecé a usar mi voz sólo como instrumento: lo primero que salió fue un tarareo sobre rasgueo de zamba. Qué decir viene siempre después. Claro que mis temas y obsesiones son los mismos o fluyen hacia los mismos puntos, pero nunca es lo mismo aquello que me animo a cantar y aquellos que guardo en un libro de papel.

La semana pasada fue mi primer ciclo como cantautora y mostrar, tirar al aire con micrófono y guitarra amplificada, esas palabras, no se parecía en nada a leer mis poemas. Cada canción está mucho más viva y más separada de mí que cualquier poema. Cada estribillo, cada estrofa que puede ser repetida o coreada por otres, tiene una vida lejos mío que me emociona y me llena de vértigo y ganas de hacer más y más.

Es muy bello.

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